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miércoles, 20 de enero de 2010

LAS BODAS DE CANA: !MARIA INVITADA DE LUJO!


(Por: Jairo A. Castrillon)

Las bodas de Caná, como se relata en el Evangelio de San Juan (capítulo 2:1-11), no solo marca el primer milagro de Jesús, sino que adhiere una relación estrecha con su madre, la Virgen María.

Para quienes han buscado romper la grandeza de María dentro de la Iglesia Católica, ajustándose a las interpretaciones propias y omitiendo la necesidad de revisar la Biblia con una guía adecuada, esta cita debería generar una reflexión seria con respecto a la presencia de la Virgen en la vida de Jesús.

Si bien podemos entender que en este relato nace y se establece el nuevo Reino de Dios, a través de su hijo amado (por el matrimonio que se sella con el pueblo), miremos algunas consideraciones especiales que nos permiten acrecentar la imagen y la fe que María representa para nosotros los católicos.

Inicialmente repasemos los 3 primeros versículos:
Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2 También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. 3 Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”.

Por supuesto que Jesús fue invitado (era el “novio” desgranando el simbolismo del relato) junto a sus discípulos (quienes representaban la otra parte de esa Iglesia naciente), pero notamos claramente como María fue una de las principales invitadas a esta boda. Su presencia allí no fue un mero accidente, ni mucho menos un requisito social. Maria estaba colaborando inmensamente en la preparación de la gran boda, donde nunca se menciona el nombre de los novios.

Ella miraba con detenimiento cada detalle para que el evento se llevara a cabo sin contratiempos. Sin embargo, cuando la bebida se acaba, María marca el inicio de lo que será su labor dentro de esta nueva unión: interviene por los novios para que un nuevo vino forme parte de la celebración. Por eso para nosotros es claro que la Virgen es la mejor intercesora para llegar al Hijo y a ese Padre que la eligió para encarnar al Verbo, y por eso siempre la buscamos. No es tan difícil entenderlo ¿o si?

Ahora bien, repasemos los versículos 4 y 5:
Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora.» 5 Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga”.

Si bien muchos pudieran interpretar la respuesta de Jesús como atrevidas (por lo menos así lo pensaría cualquier madre hoy por hoy), la actitud de María revela la humildad que la adornaba. Sabía que Él era su hijo, pero si alguien conocía realmente a Jesús, era ella. Por eso le pide con fe, sin olvidar que sería la voluntad de Dios la que se cumpliría al final.

Además, es evidente la confianza que tiene para solicitarle a Jesús la ayuda, pese a que Él sabía que no era todavía su tiempo. Sin embargo, para confirmar que ningún hijo se puede negar a las peticiones de su madre, ni siquiera Dios, Jesús actúa atendiendo el clamor de la Virgen.

De la misma manera María, la cual no habla mucho dentro de los Evangelios, da una orden que no se puede ignorar. Nos invita a que hagamos lo que su hijo nos diga, simplemente porque en sus palabras se encierra el verdadero sentido de la fe en Jesucristo.

En el resto del texto observamos seis tinajas vacías, destinadas a la purificación, lo cual evidencia la sequía espiritual que reinaba entre los judíos de aquella época, como resultado de una presión social a través de la fe.

Así mismo, el mayordomo, quien no había visto el milagro, pero si el resultado concreto del mismo, y en quien nos podemos representar cada uno de nosotros, lo resume así: antes de este milagro y de la presencia de Jesús en la gran celebracion, la costumbre obligaba a dar el mejor vino al comienzo de la fiesta y el de baja calidad después cuando los invitados estarían, seguramente, confundidos por los efectos del mismo. Era ésto la constante entre tantos cultos que existían (y que hoy se mantienen), de dar los “mejor” al comienzo (para impresionar) y poco al final.

Sin embargo este vino, de una calidad excelsa, llega en un momento que rompe todos los esquemas tradicionales, para reavivar la celebración de auquella union y disfrutarlo de manera perenne, como lo hemos vivido y deleitado a lo largo de los siglos gracias a la Sagrada Eucaristía.

Dentro de todas las interpretaciones que hemos escuchado de nuestros sacerdotes, el simbolismo que encierra este apartado bíblico enriquece a los católicos en materia de fe. Sin embargo, la presente reflexión pretende enaltecer la labor de nuestra Virgen, sencillamente porque, de manera silenciosa, estuvo presente a lo largo de la vida de Jesús. Vivió el inicio de la actividad pública de Cristo, y continuó inamovible en su amor y su fidelidad aun al pie de la cruz.

Por eso damos gracias a Dios por el regalo de Su Hijo hecho hombre, y por la presencia de Maria como intercesora y fiel ejemplo de lo que significa la humildad y dedicación a Dios, en toda la extensión de la palabra.

Quien busque atropellar su imagen y su importancia para el pueblo católico, debería ir mas allá del solo deseo de querer entender lo que nuestro limitado pensamiento nos permite, cuando no se vive la fe con el corazón.

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