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lunes, 24 de mayo de 2010

BUSQUEMOS LA FE CON RESPONSABILIDAD, NO LA IGNOREMOS





Cada vez que formamos parte de una empresa, un proyecto o simplemente de un deseo, es importante conocer de manera clara los estatutos, recursos o posibilidades para llegar a su concreción. Si no sabemos cuáles son las reglas, las obligaciones y las responsabilidades para lograr una meta en particular, es bien complicado que nuestros esfuerzos den los frutos esperados. De esta misma manera, como sucede en cualquier actividad diaria, el compromiso con nuestra iglesia no solo se limita a celebrar la Misa cada semana sino que requiere de un conocimiento profundo sobre nuestro catecismo, como pilar de formación en nuestra fe.

El catecismo, como tal, explica la doctrina cristiana en forma de diálogo, y en él se resume nuestros principios de fe y la manera cómo debemos actuar dentro de la iglesia para mantener una perfecta relación con Dios. Sin embargo, muy pocos practicantes, en relación con el número de fieles, lo conocen o lo estudia a plenitud. Es igual que cuando a un ciudadano se le pregunta si conoce de cerca la constitución de su país. No impresiona que la respuesta sea negativa.

Lo peor del caso no es la carencia de conocimiento al respecto del catecismo, lo realmente preocupante es el deseo que mantienen muchos católicos por evadir los programas de preparación que la iglesia desarrolla antes de celebrar alguno de nuestros sacramentos en particular. Muchos padres quieren que sus hijos sean bautizados sin conocer cuáles son los compromisos que ellos y los padrinos adquieren ante Dios y nuestra iglesia cada que un nuevo ser va es signado como Cristiano. Se preocupan más por la fiesta, los manjares y los vestidos, que la celebración del sacramento como tal, al igual que sucede con la Confirmación o el Matrimonio, por citar otros más.

Cuántas veces no hemos conocido padres que quieren que sus hijos hagan la Primera Comunión sin que los niños sepan qué van ha hacer o porqué se llega allí. Les parece “muy larga” la preparación que la iglesia ha dispuesto para educar a los menores, sin detenerse a pensar de qué manera atacan la fe de los chicos cuando los inducen a una actividad religiosa más por el encanto de una fiesta y los regalos, que por el verdadero placer de recibir el Pan de Vida reafirmando nuestro transitar al reino de Dios. No se dan cuenta, o les cuesta reconocer, que si de verdad cumpliéramos con nuestra promesa del bautismo, tal vez los niños no necesitarían una preparación “tan extensa” como le corresponde a los catequistas hacer.

Si la iglesia se mantiene firme en la preparación que debemos recibir antes de cualquier sacramento, es porque sabe y conoce que el catecismo debe explicarse de una manera sencilla, amena y bien dirigida de acuerdo al perfil de los candidatos. Así los fieles podrán entender mejor las obligaciones y beneficios que hay cuando se camina acorde con las enseñanzas de la iglesia. Es casi seguro que si los padres fuéramos más cuidadosos, insistentes y delicados con la enseñanza religiosa de nuestros hijos, así como somos responsables con nuestro trabajo y obligaciones diarias, tal vez tendríamos una juventud más sensible a los problemas que afectan nuestra sociedad, con un mayor respeto y amor a Dios, reflejado fundamentalmente en el prójimo. Quizá las adolescentes entenderían lo importante que es el respeto a su cuerpo, a su esencia de mujer y el privilegio de la vida. Los jóvenes estarían más dispuestos a escuchar un llamado vocacional del Señor con amor, que con temor como actualmente ocurre.

Una buena preparación en la fe evitaría que los matrimonios se rompieran con tanta facilidad. Muchos ni siquiera entienden que son los novios los que, de acuerdo a su voluntad, se casan ante Dios y que la iglesia y los sacerdotes son simplemente elementos para sellar este compromiso. Tal vez por eso, porque creemos que es importante conocer y compartir conceptos de formación, estaremos aprovechando regularmente estas líneas para conocer algunos temas que deben ser analizados y comentados desde una perspectiva Católica, Apostólica y Romana.

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