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martes, 15 de junio de 2010

EL MATRIMONIO ES LA BASE DE NUESTRA IGLESIA



Después de varios años de estar juntos, Carmen y Rogelio se veían como un matrimonio ejemplar. Sin embargo, pocos creían que tras esa supuesta armonía se escondía un témpano de hielo que había convertido la calidez del hogar en un frió rincón de descanso y nada más. La vida, “la verdadera vida” de esta pareja, se descubría cuando partían a realizar sus distintas labores. Fuera de la casa eran más felices.

Aunque pueda parecer absurdo, un porcentaje muy alto de las parejas latinas se dejan absorber por la presión del diario vivir y se olvidan que la verdadera felicidad está en la armonía de un hogar lleno de amor. Quien logre tener en su casa un “bunker” repleto de ternura, comprensión y afecto, tiene un tesoro que solamente la presencia de Dios puede superar. Un hogar compacto y fuerte es la cuota inicial para caminar con tranquilidad en busca de los caminos del Señor. No es lo mismo llegar a Misa solo que acompañado de la familia entera. Eso es lo que quiere el Señor.

Si nuestro compromiso cristiano flota en el entorno, pero no se inicia en casa, no estamos cumpliendo con un principio elemental del catolicismo: el hogar es donde la iglesia se fundamenta y crece. Es bien difícil, por no decir imposible, que en un hogar inestable reine la presencia de Dios. Si el respeto, la cordialidad y el diálogo brillan por su ausencia, es casi seguro que los resultados no puedan ser los mejores cuando de integración, participación y comunicación se habla.

Dentro de la Iglesia existen muchos movimientos enfocados al crecimiento espiritual del ser humano, pero el de Renovación Conyugal, en particular, está elaborado para satisfacer las necesidades del matrimonio moderno. Es, como dicen algunos sacerdotes, un “cambio de aceite” que se le debe hacer a la relación de la pareja cada “cinco mil millas”.

La verdadera labor del movimiento de Renovación Conyugal es procurar que las parejas participantes en sus talleres descubran no solamente lo que significa el matrimonio desde la perspectiva de la iglesia, sino que podrán conocer como Cristo vive en él. Así mismo, los esposos podrán redescubrir lo bello que es luchar como pareja en procura de una meta, de un propósito, así como cuando juramos que lo haríamos por siempre “hasta que la muerte nos separe”.
Las parejas que han vivido esta experiencia saben lo valioso que es redescubrir a su “media naranja”. Su vivencia se traduce en un nuevo despertar al amor, al diálogo y la convivencia en armonía. Es que cuando permitimos que Jesús esté entre nosotros, todo obligadamente tiene que cambiar.

Si usted es una de esas personas que siente la necesidad de hacer algo por su relación de pareja, no se deje llevar por esta nota. Siéntese, medítelo con Dios y consúltelo con su esposa. Dense, una vez mas, la oportunidad de reconocer y admitir lo importante que son el uno para el otro, y alimenten ese sentimiento que por tanto tiempo los ha mantenido juntos, así la sombra de la rutina haya empañado o enmascarado el verdadero espíritu del amor.

Vamos, anímese. ¿No cree usted que su cónyuge, su relación y su familia valen la pena descubriendo una aventura de formación y crecimiento, tomados de la mano del Señor? No busque excusas y échele ganas, todos estamos orando por quienes puedan necesitar de una experiencia como esta.

Es un deber de los católicos del mundo, hombres y mujeres, afianzar nuestro compromiso social perseverando en la lucha, con un esfuerzo decidido, de asegurar los verdaderos valores de nuestra familia acrecentando la fe en Dios. No olvidemos que desde el momento en que el modernismo, las comodidades y el progreso superaron el dialogo y la compañía de nuestro seres queridos, hubo una ruptura afectiva que se tiene que reparar inmediatamente.

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