Traducir/Translation

jueves, 4 de marzo de 2010

EL VERDADERO TEMPLO DEL SENOR



Es difícil imaginar al Hijo de Dios enojado, disgustado y prendido de un látigo castigando a quienes profanaban el templo del Señor. Sin embargo, pese a que el cuadro puede lucir dramático y hasta fuera de contexto, sobre todo porque estamos hablando de un ser cálido, amoroso, tierno y sabio, como lo era Jesús, el mensaje presentado por San Juan (2:13) no describe solamente un hecho histórico, sino que nos invita, a través de la reflexión en esta época cuaresmal, a que descubramos la verdadera esencia del templo de Dios.

Jesús no se refería solamente a la estructura de piedra que estaba convertida en una galería, sino al verdadero templo en el cual mora el Espíritu del Señor: nuestro cuerpo. Si bien los templos son lugares de oración, meditación y descanso espiritual, la verdadera razón de los mismos es congregar, juntar. Pero nada se consigue si dentro de una iglesia, repleta a su máxima capacidad, está ausente el amor y la fe en Dios.

Tal vez es esa una de las principales razones por las cuales debemos meditar profundamente en este relato y entender el malestar que ocupó a Jesús. Al Hijo del Hombre no solo le indignó ver como se comercializaba en aquellos días con la fe de quienes devotamente asistían a la casa del Señor a llevar sus ofrendas y orar por sus necesidades, sino que la mayoría de los inquilinos eran precisamente mercaderes en busca de ganancias terrenales y no espirituales. Para eso ocupaban el espacio santo.
Esa misma angustia se vive hoy en muchas sectas del mundo donde miles de comunidades cristianas fueron formadas por el hombre para negociar con la fe y obtener beneficios personales a través de hambre espiritual de los feligreses.

En la iglesia Católica el problema no es de identidad o formación, sino de un marcado desinterés por parte de los creyentes. Al templo asisten muchas personas carentes de fe, o tal vez con la misma lastimada. No es raro observar como algunos concurrentes delatan pereza y aburrimiento durante la celebración eucarística tal vez porque no la entienden, dejando de lado la alegría que ésta nos debe proporcionar.

No cantan por temor, vergüenza o quién sabe que sentimiento brotado en contra de la verdadera solemnidad que debe embriagar a la asamblea cuando se junta bajo el techo de un recinto adecuado para la adoración. Llegar al templo con el corazón vacío e inundado de rencores, sin la presencia del Espíritu del Señor y la alegría de aprender por medio del Evangelio, son algunos de los principales llamados que nos ocupa en esta temporada de Cuaresma.

Recuperar la alegría en Jesús, en Su palabra, Su sacrificio y el cuidado celoso de la tradición que Su Iglesia mantiene con el paso de los siglos, tiene que reafirmarse hoy más que nunca.

El verdadero santuario del Espíritu Santo es nuestro cuerpo y en él debe habitar Jesús sin contemplaciones, censuras o limitaciones. A eso se refería El Verbo cuando aseguró que lo reconstruiría en tres días cuando retó a los maestros de la ley a derribar las frías estructuras de piedra utilizadas solamente para confundir a los practicantes en su fe.

La historia de la iglesia está escrita, así como cada prueba que sustenta su veracidad católica, apostólica y romana. Vivirla, explorarla y ser parte activa de ella es una de las mejores experiencias que hoy los católicos viven para reforzar las paredes internas del alma donde Jesús busca un albergue para que los cristianos sigamos siendo una comunidad de fe, respeto y amor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario