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jueves, 18 de febrero de 2010

Sino es un MILAGRO, ¿qué es?


En la foto aparecen don José Pino y su esposa Gabby, quien también colabora con sus escritos a este portal. Dios le permita disfrutar a plenitud el regalo de sanación que hace pocos días vivió.

(Por; Jairo A. Castrillon)

La degeneración macular es un afección que ataca la vista de las personas, especialmente cuando se encuentran superando los 65 años de edad. Dicho mal afecta la mácula, que se encuentra detrás de la retina, perturbando la visión central del ojo y dificultando que los pacientes puedan reconocer colores, siluetas y hasta espacios, cuando la misma está muy avanzada. Las personas que sufren de este mal, el cual es progresivo por la muerte de las células que allí habitan, se tornan sensibles a la luz y tienen limitaciones para ver cosas pequeñas y a distancia.

Cuando tuve la oportunidad de conocer a José Antonio Pino en nuestra comunidad de San Pedro y San Pablo, tres cosas me llamaron la atención de él: su alegría y jovialidad a pesar de los 84 anos de edad (tiene un humor incontrolable); sus grandes gafas y la capacidad que desarrolló para reconocer a las personas a través de su voz, así como una fe inmensa en nuestro Señor Jesucristo, teniendo que omitir muchas cualidades mas.

José, quien tiene 56 años de casado con Gabriela, es un cubano clásico de buen sabor al estilo del mejor puro habanero, quien desde hace 4 años sufre progresivamente de la “ceguera legal” (como se le conoce también a la degeneración Macular). En la vida ha tenido que soportar grandes pruebas y peligros, incluyendo enfrentamientos bélicos cuando fue soldado, pero siempre superó todo gracias a esa fe que lo ata a Dios. Una de estas experiencias fue la pérdida de su hijo mayor, José Jr, quien partió a la casa del Padre antes de lo esperado, pero pese a la aflicción y el duelo por la tragedia que compartió junto a la siempre elegante Gabby, su vida no se aparta de los caminos que conducen al Padre.

El pasado 9 de febrero, la comunidad católica de San Pedro y San Pablo se congregó para celebrar una Misa de Sanación presidida por el reconocido padre Richard McAlear (http://www.frmac.org/) quien fue ordenado en 1970 y forma parte del Ministerio de Sanación desde 1976 (viaja alrededor del mundo todo el tiempo). Durante la homilía, con su gruesa y potente voz, el sacerdote invitó a toda la asamblea a dejar bien abierto el corazón, para permitir que la fuerza del Espíritu Santo obrara entre los fieles cuando fueran ungidos por él.

Uno a uno recibió la unción, y muchos temblaban ante la cercanía del espigado sacerdote. Este, con su tierna mirada, los consoló y bendijo, mientras muchos de los concurrentes (quienes asistían por primera vez), veían como la gente se desplomaba o lloraban después que el Espíritu se descansaba en ellos.

Don José, quien esperaba con paciencia, oraba intensamente en aquellos momentos por sus seres mas queridos. “Le pedía al Señor por mis hijos, mi esposa y la comunidad en general” recuerda José. “Así mismo le rogué que si era Su voluntad, me permitiera recuperar un poco la visión para, al menos, poder conocer a mis nietos. Los disfruto, se que están bien, pero no he podido ver sus rostros” señaló entristecido José.

Cuando el padre McAlear llegó, Gabby, quien estaba muy emocionada, le expresó “he can’t see”. El sacerdote la ungió y después procedió a poner sus pulgares en la boca y con mucha ternura frotó un poco de saliva en los cansados ojos del cubano quien no pudo ver la cara del clérigo. Después de recuperarse de aquella refrescante experiencia, la “joven” pareja partió a sus aposentos, renovados una vez más en la fe y el amor.

A la mañana siguiente, cuando José entró al baño, vio a su lado un cuadro en el que están dos angelitos abrazándose. Se impresionó bastante, porque hasta el día anterior no podía ver esta pintura, y mucho menos apreciar con claridad el rostro de los dos querubines. “Les vi los ojos” recordó cuando hacía el relato. Inmediatamente se paró de frente al espejo y admirado alabó a Dios “Gracias Señor misericordioso” manifestó conmocionado mientras contemplaba con claridad su rostro, el cual llevaba sin apreciar por varios años. Mirando claramente el corto camino que lo conducía a la sala, donde Gabby disfrutaba una taza cargada de café, José le dijo “vieja aquí está pasando algo” y le relató lo que estaba experimentando.

Acto seguido, después de compartir su felicidad y alabar a Dios, salieron a la calle y aun mayor fue la sorpresa. Ahora no necesitaba sus anteojos, pues la luz no le molestaba. Al mismo tiempo podía ver los letreros en la calle y la gente que transitaba por ellas, lo cual agitaba alegremente el corazón de la fiel pareja. Lo mejor de todo es que día a día las cosas mejoran y la visión se hace mas clara, algo que para los médicos debe ser muy raro, pues según su “inagotable sabiduría” esta enfermedad no tiene cura.

Qué tan grande es la relación con Dios, fue una de las preguntas obligadas cuando José estaba dando el testimonio al grupo de oración de su parroquia. “Inmensa desde pequeño. Recuerdo que mi interés nació cuando a los 6 años vi a un sacerdote edificar una iglesia y yo ayudaba en la construcción de la misma, aunque era bastante desconfiado. Una vez tenía una peseta en la mano (25 centavos) y le dije a Dios ¡aquí tengo una peseta quítamela si puedes! Al final me derribó y la moneda se perdió. Desde ese entonces creo y se que Dios existe”.

Pese a que quienes hemos conocidos a José podemos dar fe y testimonio de su notable mejoría (ahora hasta ve de noche), nos llama la atención la reacción de algunas personas cuando se han dado cuenta de esta milagrosa recuperación, pues no se inmutan o sencillamente dan unas tímidas gracias al Señor, sin convicción y sin el mas mínimo asomo de alegría. “Por eso es que yo le he contado a muy poca gente. La verdad es que la maravilla que ha obrado el Señor en mi vista es un regalo que le agradezco con el corazón humillado, pero se y entiendo que mi testimonio le puede servir a mucha gente, como a otras no”, aseguró el afortunado creyente, cuando se le cuestionó sobre el escepticismo con el que algunas personas, inclusive que dicen ser de una fe inamovible, escuchan el relato. Por eso nuestro personaje partió hacia Miami durante el fin de semana, para ver de nuevo a sus nietos e hijos, como alguna vez lo soñó a tal grado, con tanta intensidad, que nuestro Padre Celestial lo escuchó con amor.

Si esto no es un milagro, si no es una manifestación divina y una confirmación de que Dios existe y siempre escucha nuestras necesidades cuando éstas brotan desde el fondo de nuestro corazón, entonces ¿qué es? Lo mas triste del episodio es ver como un ejemplo palpable, claro y real, algo que muchos quisieran ver o vivir, no es recibido con la felicidad que lo amerita el relato. No puede ser que nuestros corazones se estén enfriando al punto de vivir la experiencia de Dios de labios para fuera, pero con el alma opaca, nublada y estrangulada, como la mácula de José que hoy, gracias a Dios se ha recuperado porque así Él lo quiso. Amén.

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