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domingo, 28 de marzo de 2010

LA CRUZ ES UN COMPROMISO DE VIDA



(Por: Jairo A. Castrillon)

Estamos en Semana Santa y el Señor nos sigue invitando a que rompamos nuestras ataduras y nos unamos a Él. En el versículo 24 del capítulo 12 del Evangelio de San Juan, Jesús asegura que “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.

La muerte, como tal, asusta hasta el más valiente de los seres humanos tal vez porque la promesa de la vida eterna es un concepto que se fundamenta en la fe. Sin embargo, la riqueza de la muerte consiste en generar conciencia entre quienes siguen con vida. Cuando una persona muere, pero su deceso permite que los familiares o amigos se perdonen, se enamoren de nuevo o simplemente se sientan motivados por lo que ese ser humano hizo en vida, no se puede hablar de una muerte infructuosa.

Ver el caso real de miles de personas que caen abatidas por las injusticias sociales: hambre, pobreza, insalubridad, guerras etc., es un fenómeno que conmueve en el momento, pero que no genera cambios radicales ante la dureza de nuestros corazones y el ritmo social en el que estamos sumergidos. Esas muerte, sino generan cambios evidentes, resultan estériles sin que Dios sea el responsable de las mismas como muchos pretenden hacerlo cree. Somos los seres humanos, en nuestro libre albedrío, quienes debemos responder por esos desaciertos que se derivan de nuestros principios de vida. Por eso Jesús habló de despreciar la vida como una garantía para lograr la salvación.

Esta comparación, que no debe ser confundida, tiene relación directa con el servicio y la humildad. Así como el Hijo del Hombre se abandonó a trabajar por los demás, sin importarle su suerte, y mucho menos su muerte, para llevar un testimonio de vida que cambiara el concepto de lo terrenal por lo espiritual, así debemos trabajar los cristianos cada día para lograr un sociedad más justa y equilibrada, basados en los conceptos del Evangelio. Quien se apega a la vida y teme a la muerte, sin aceptar, conocer o entender el misterio de la resurrección, es una persona que morirá sin la finalidad de aquel grano de trigo. Nunca podrá apartarse de las cosas terrenales y bloqueará la posibilidad de que el espíritu se relacione con Dios.

¿Cuántos de nosotros estamos hoy apegados a la vida, a nuestro entorno, a las cosas que nos afectan, que nos preocupan sin hacer poco o nada por nuestro vecino, por nuestro compañero de trabajo o quizás por un pobre limosnero?

Si Jesús acepta la cruz como un trono para ser elevado, para captar las miradas de los incrédulos, de los hombres duros de corazón, sin importarle el dolor, la angustia y el sufrimiento de su agonía ¿cómo no vamos sus seguidores a aceptar que esa misma cruz es un compromiso por el que vale la pena vivir para morir en la Gracia del Señor?

Vivamos con responsabilidad de justicia e igualdad, en procura de impactar positivamente a quienes nos rodean y abandonemonos al servicio como Cristo lo enseñó.

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